martes, 14 de abril de 2015
Herencias Medievales
Esto de la limpieza es algo que en Europa tardó mucho en aprenderse, eran escuetos y de cualidades paticulares, ya que en muchos lugares se hacían en una tina llena de agua caliente para toda la familia. Primero entraba el jefe de familia, luego los otros hombres de la casa por edad y después las mujeres. Los últimos eran los niños y los bebés los últimos. Lógico que hubiera tanta mortalidad infantil, si
cuando les tocaba el baño el agua ya no era más que lodo,
pero de aquella no se “sabía” de bacterias.
Hay una expresión inglesa, Llueven perros y gatos, que tiene su origen en la edad media, porque los techos de las casas no tenían bajo tejado, y en las vigas se criaban animales (gatos, perros, ratas, aves, y demás) por lo que
cuando llovía las goteras hacían que estos animales bajaran…
Ahora a los difuntos… Los más ricos tenían vajillas de estaño, el cual al oxidarse resulta venenoso. Los tomates, por ejemplo, facilitaban la oxidación del material, pero como no se sabía se consideraba que lo que era malo eran los tomates. Con los vasos era lo mismo, porque la cerveza y el vino también lo oxidaban y la gente entraba en un estado de narcolepsia por lo mismo. Como hubo casos de tumbas desenterradas en las que había evidencia de que los muertos habían sido enterrados vivos (por estar catatónicos), los “muertos” se ponían en la mesa de la cocina durante algunos días, por si acaso despertaba, y de ahí nace nuestra costumbre de velar junto al cadáver. También nació la costumbre, por lo mismo, de atar el extremo de un cordel a la muñeca de la persona a enterrar, y pasar el cordel por un agujero del ferétro y conectarlo a una campana, para que en caso de que despertara pudiera avisar que estaba vivo bajo la tierra. De ahí nace la expresión “Salvado por la campana”…
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